Me gustaría ser sincero y recalcar como, al igual que cualquier persona de este mundo, como persona que está en proceso de aprendizaje y desarrollo, aún sostengo ciertos prejuicios internos al trabajar, los cuales tenía de manera preconcebida al entrar e interactuar con los diferentes miembros de la comunidad, pero que me demostraron ser erróneos, entre ellos, el pensamiento de que la mayoría no iban a tener desarrollados ni adquiridos cierta conciencia sobre género, estereotipos, conductas, modales o lenguaje machista.

Todo ello, por el simple motivo de ser hombres, con edad adulta o pertenecientes a generaciones más antiguas, con escasa formación educativa debido a pocas oportunidades de acceso al estudio, algunos de etnia gitana o provenientes de zonas con estatus socioeconómico bajo.

Pensando en que mantendrían una conciencia más tradicional y no tendrían tanto cuidado con las conductas machistas, ante lo que me equivocaba. El trabajo realizado en anteriores sesiones de este taller, así como la creciente concienciación poblacional y la difusión de estos mensajes por redes de comunicación (redes sociales, telediarios, manifestaciones activistas…), ha influido positivamente en todo tipo de personas, independientemente de sus características.

Ha sido una gran alegría haber podido asistir a un espacio de comunicación abierto y reflexivo donde poder hablar desde experiencias personales negativas, impactantes o traumáticas, hasta simples dudas o anécdotas a compartir desde las visiones y experiencias individuales de cada uno, demostrando cómo, independientemente del nivel socioeconómico, el nivel educativo, o la etnia o comunidad a la que pertenezcas, puedes perfectamente experimentar dichas situaciones discriminativas, sufrirlas, compartirlas y llegar a aprender de ellas, siendo resilientes y convirtiéndose en personas comprensivas y empáticas con capacidad de autoanálisis, mejora y desarrollo personal.

Se conversó sobre diversos temas:

– La delicadeza con la que se trata a las mujeres, teniendo de fondo una consideración de estas como objetos frágiles o débiles con los que ser delicados y cuidadosos, trabajando así en el taller la carencia de necesidad de tratarlas de esta forma al no ser personas inferiores, débiles o que necesiten un trato especial.

– Las conductas de «caballerosidad» (por ejemplo, andar pasos por delante de la mujer, o por la acera en el lado más cercano a la carretera para quitarlas del peligro, o ayudarlas sin preguntarles a cargar maletas u otros objetos, o abrir puertas…) ante lo cual muchos se defendían con la postura de la «buena intención«, a lo cual se les intentaba hacer razonar la idea de la que salían dichas conductas («damisela en apuros a la que rescatar y proteger») y la carencia de necesidad de hacerlas, en muchas ocasiones, debido a la ausencia de petición de ayuda o de peligro.

– Lenguaje del piropeo a la hora de conversar con chicas («que tal guapa», «niña»…) y la incomodidad que ello puede generar, llegando a causar el conocido «acoso callejero» ante lo cual muchos se volvían defender con la postura de la «buena intención» o de que «ya no se puede ni elogiar». De esta forma, trabajamos el concepto de la sexualización sobre la mujer y el reduccionismo del cuerpo de la mujer o de las interacciones que se realizan hacia ella con un fin último de interés sexual.

– La transferencia de responsabilidad de las tareas domésticas hacia la mujer («tradicionalmente de la casa se suele encargar la mujer») así como las expresiones que surgen de dicha idea manifestadas a través del lenguaje verbal («mi mujer y yo somos muy igualitarios, yo le ayudo con sus tareas») que demuestran cómo a pesar de que muchos de ellos eran consciente de la necesidad de compartir la responsabilidad y el control de las tareas domésticas, en sus palabras se manifiesta un mayor peso de dicha responsabilidad y decisión en la mujer. Por ejemplo, a pesar de ser algunos de ellos patriarcas de comunidades gitanas, lo cual en su cultura significa ser «cabezas de familia» o «jefes» que dictan qué hacer, sin embargo… justifica su comodidad y dejadez a la hora de realizar tareas de casa con que la responsabilidad y decisión es de su mujer.